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Elogio de la imaginación
15/10/2022 | 11:00

Mesa redonda con Ignacio Echeverría, Juan Tallón, Belén Gopegui, moderada por Roberto Valencia.
La narrativa literaria ha cambiado. O, al menos, mutado. No es que aquella diferenciación siempre problemática entre ficción y hechos reales se haya desvanecido del día a la mañana. Es que los proyectos narrativos de buena parte de los escritores actuales pasan, de un tiempo a esta parte, por la hibridación de estas dos esferas. Hoy día, pocos autores renuncian a idear en sus novelas personajes y narradores con un ambiguo estatus a medio camino entre lo ficticio y lo real. Como consecuencia de estos tiempos posmodernos en los que los metarrelatos parecen no aglutinar la experiencia completa de lo humano, en estos tiempos de selfies, de narcisismo comunicativo, de predominancia del yo sobre una concepción comunitaria de la realidad, parece que se hay producido un retroceso de la “ficción pura” en el campo de la literatura. En realidad no es tal: la narrativa simplemente se ha privatizado a través de una renuncia, más o menos inducida subliminalmente, a generar ficciones capaces de abarcar la complejidad de la experiencia colectiva. El yo manda. Es decir, manda el escritor que se introduce a sí mismo, con nombre y apellidos, en sus ficciones, reales o no; mandan los espacios domésticos demasiado reconocibles; mandan las confesiones autobiográficas. Sin embargo, esta situación casi asfixiante hace que los lectores añoren de vez en cuando el artificio de la imaginación. ¿Han renunciado los narradores a imaginar? ¿Han olvidado que la imaginación genera una distancia necesaria con la realidad? ¿Que constituye la mejor herramienta para pensar los conflictos, las necesidades, las esperanzas, las situaciones, los futuros?