Es una invitación a tomarse la otredad en serio. Someter a examen, implacable pero sereno, nuestro inevitable eurocentrismo subliminal. Abrirse a otras experiencias culturales, a otras temporalidades. Apostar por otro paradigma del saber, abrir el saber al orden del no-saber. Aprender a valorar la inteligencia vegetal, ejemplo de una inteligencia que no necesita de un centro, de un cerebro.
Advertir las trampas que se interponen en este camino. Siendo el dualismo de nuestra tradición una de las más inadvertidas, replegarse a una identidad estable, entendida como sustancia y no como código pasajero, otra muy frecuente.
Localizar las conceptualizaciones fallidas: en los trabajos de los departamentos de Ayuda al Desarrollo es fácil observarlo, a menudo se piensa para el otro y no con el otro. El otro no es una página en blanco, el otro tiene sus saberes, sus remedios, su mundo.
Pensar el lenguaje y con ello pensar detenidamente la importancia de la traducción.
Para entrar en contacto con el otro necesito entenderlo. Y si habla otro idioma que el mío necesito una traducción. Es un hecho apasionante del que extraer enseñanzas: el momento en el que de los primeros europeos se encuentran con los pueblos de América. A penas unos años antes se había editado la primera gramática del español. Y ¡qué curiosa la triangulación que hace que unos extraños puedan hablar entre sí y que, para bien o para mal, está en los inicios de la modernidad! Unos náufragos, una india vendida como esclava y el capitán de un ejército venido de lejos. Malinalli, “la lengua”, de Cortés. Sin esa mujer posiblemente jamás se hubiera producido la “conquista”. El siglo XVI, sin lugar a dudas, un siglo en el que todo se trastoca, salta por los aires, debido a traducciones de uno u otro signo. Traducir, traducir: las traducciones de Erasmo al latín dan lugar a que por primera vez se vierta la Biblia a una lengua vernácula. Y Lutero crea el “continente” protestante traduciéndola al alemán.
Traducir es abrir caminos donde antes no los había. Traducir es abrir el camino a lo diverso. Traducir es abrir la experiencia de lo extraño, pero una extrañeza que no resulta inefable. Traducir es decir las cosas de otro modo a condición de que implique la resonancia del lenguaje entero, es ofrecer un dispositivo que no sustituye, no es equivalente, pero abre camino, acerca.
¿No será un cuidadoso trabajo de la traducción la aportación con la que la vieja Europa puede ser útil a un mundo que nace, que tartamudea algoritmos y aún no sabe hablar?