PARA HABLAR DE ARTE
Las audaces instalaciones, las performances que hacen de la obra un elemento vivo, el uso de la las nuevas tecnologías en contraste con el empleo de materiales primarios, han desembocado en un nuevo concepto de arte y en una teorización que incluso cuestiona la validez de los museos como lugar de encuentro de la creación.
Las artes plásticas han vivido un proceso sin precedentes en el último siglo. El camino hacia la abstracción, en paradoja con la conciencia fuertemente individualizada y «figurativa» de nuestros días, ha producido ideas y obras que nos conducen de la tensión conceptual hasta las composiciones más recientes, distinguidas por la búsqueda de la esencialidad y la desnudez. Así se podría describir, a grandes rasgos, el pulso artístico mantenido en los últimos decenios que ha centrado su esfuerzo en el nuevo modo de pensar el espacio en el que se exhibe la obra de arte. Las audaces instalaciones, las performances que hacen de la obra un elemento vivo, el uso de la las nuevas tecnologías en contraste con el empleo de materiales primarios, han desembocado en un nuevo concepto de arte y en una teorización que incluso cuestiona la validez de los museos como lugar de encuentro de la creación.
Hace no tanto Boris Groys señalaba el problema manifestado ya a finales del siglo XX, en virtud del cual se ha producido una inversión radical, como es el paso de una general necesidad de acercamiento al arte a una «producción artística masiva», característica de hoy. Lo que se entendía como utopía, dice Groys, se ha convertido en obligación: la pretensión de transformarlo todo en arte, que tiene su sentido si nos remontamos a aquella certidumbre de Joseph Beuys, que consideraba a todo ser humano un artista. Este fenómeno es calificado por el filósofo y crítico ruso como “el diseño de sí”.
Esto ha llegado a tal punto que el público desconfía de la validez de las obras, de ahí que los analistas se hayan convertido en los legitimados para identificar qué es arte y qué no lo es. ¿Quién lo sabe en realidad? Porque, después del postconceptualismo, y a tenor de la avalancha de imágenes y montajes creativos que circulan en las redes sociales, ¿quién no es capaz de crear algo que podríamos denominar también arte?
El estudio y valoración de estos problemas es lo que se aborda en Para hablar de arte, sección que cuenta con figuras de extraordinario prestigio y representan distintas corrientes. Más allá de su faceta artística gozan de un lúcido discurso sobre el actual acontecer de la creación.