Un andamiaje cancela la prosa del no-lugar y le entrega su dimensión estética como tramoya posible e inaccesible escenario. Promesa de un espectáculo en construcción, es habitación para sala de máquinas y humanos. Mirador al sustrato de formas de conocimiento particulares, a su excepcionalidad.
A un tiempo y en este mismo espacio, algunas partículas de una inevitable e invisible radiación cósmica excitan la señal de 13 sensores Geiger, generando un ritmo puro, aleatorio, que será llevado –aquí y ahora– a la luz, al viento y a las palabras. Todo, entonces, al calor de impactos que exceden por completo al tiempo, porque son en lo imprevisible, en el tiempo de otro tempo.
La distribución del caos es la red-matriz necesaria y sólida, que se abre a lo ni siquiera probable, o más bien insospechado porque resulta de una búsqueda errante sobre bases de conocimiento poético. Ni siquiera basada en la forma, sino en cierto tipo de experiencia, de homenaje. Trampa para meteoros y para el pensamiento, habla de lo que existe solo a partir del encuentro en una configuración precisa y fugaz entre lo inesperado y la estructura, entre el discurso y el lenguaje que lo informa. Pero también de lo que se escapa a todo ello.
